El Design Thinking es una técnica de pensamiento que nos permite «ponernos en situación» para diseñar un producto, una solución, en definitiva, pensar para diseñar la resolución de un problema. Es una técnica o más bien metodología para ponernos en la clase de situación mental que nos hace ser eficientes para resolver un problema. Y nos parece idónea para resolver problemas en marketing, por lo que sigue leyendo si quieres saber cuáles son las patas del Design Thinking y cómo aplicarlo en tus estrategias y productos de marketing digital.
Design Thinking: Empatizar, Definir, Idear, Prototipar, Testear
Lo que surgió como experimento en 1970 en la Universidad de Stanford sobre el enfoque a problemas o el enfoque a soluciones terminó por convertirse en una metodología que permite a las personas dar mayor importancia a la solución que al problema en sí, ahorrando tiempo y logrando grandes productos. Es una técnica ampliamente utilizada en publicidad y que nosotros podemos aprovechar en marketing. Y funciona así.
Empatizar: Durante la primera parte del proceso de DT trataremos de absorber toda la información que nos da el cliente sobre su público objetivo y trataremos de colocarnos en los pies del cliente. Es un proceso que nos obliga a preguntarnos, como clientes, qué es lo que necesitamos. Pensar en el comportamiento habitual de un cliente ante un hecho para saber qué podría funcionar.
Definir: El proceso de empatía puede ser largo y tedioso, y durar tanto como deseemos, pero una vez finalizado, debemos comenzar a definir la propuesta, esto es, la solución que vamos a ofrecer al cliente con el fin de crear el producto que empatice con el usuario. Concreción, sencillez, e ir al grano es lo importante de la propuesta en este proceso.
Idear: Este proceso pasa por el diseño, propiamente dicho, de la solución que vamos a ofrecer al cliente, describiendo su customer journey, de qué formas el producto va a resolver los problemas del usuario, y prever todos los escenarios posibles donde el producto suele ser puesto a prueba. Es recomendable ser capaz de someter a nuestra idea a un elevado estrés creativo, incluso llegando a descartarla casi del todo o tirarle «piedras» para ver si se sostiene. Es recomendable contar con una parte del equipo dedicada única y exclusivamente a criticar el producto de forma constructiva.
Prototipar: En esta fase final del Design Thinking nuestro objetivo será crear un mockup del producto, pero con el que no nos comprometamos emocionalmente demasiado y podamos destruir. Debe ser físico, si es un producto digital, debe tener una forma, si es analógico, igual. Debe resumir todas las líneas de actuación de lo que hemos hecho durante los meses de trabajo en el proyecto y ser la solución al problema. Si no lo resuelve, lo deberemos desechar y empezar de nuevo. Incluso, debemos empezar a construirlo sin saber cómo lo vamos a terminar y dejando que sea la propia inteligencia la que lo termine de componer.
Testear: Llega el día grande, el día de mostrar al cliente el producto y de hacer las pruebas. Debemos recoger todos los resultados, pasar tests de satisfacción, u observar al cliente final interactuar con el producto y sacar nuestras conclusiones. Pueden pasar dos cosas: que iniciemos el proceso de cero o que salgamos al mercado. La mayor parte de productos (un 90%) fracasan en este punto, por lo que el testeo es la fase más importante de todas. Puede ser recomendable salir con un alpha del producto e ir viendo cómo se comporta un grupo limitado de usuarios e ir abriendo las miras progresivamente conforme avanzamos en el proyecto.
Esto es a grandes rasgos el Design Thinking, una técnica de puesta en situación creativa. Si te interesa más, en YouTube hay seminarios que explican el proceso, guías, artículos… por lo que te recomendamos que sigas leyendo y quién sabe, apliques esta técnica con éxito a tus productos y servicios 😉
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